Las raíces de esta antigua tierra se pierden en el tiempo, extendiéndose gradualmente y generando un buen número de culturas distintas, de las que solo nos queda un vago recuerdo de las calificadas como precélticas.

Con la cristianización de los lugares mágicos, surgieron las apariciones y los milagros. Pero la pregunta que surge es: ¿qué tipo de cultos se mantenían antes de la cristiandad y a qué dioses se ofrecían?

Es sabido que los antiguos conocían ciertas corrientes magnéticas que recorren nuestro planeta, y cuando alzaban sus templos, lo hacían en los lugares donde afloraban o confluían estas energías terrestres y celestes.

Esto daría una respuesta al interés mantenido por las culturas predominantes de utilizar el mismo enclave mágico para levantar sus construcciones sacras, valiéndose del poder de atracción o del carácter sagrado que tales lugares tenían para los indígenas de los tiempos remotos.

Hay muchos ejemplos de vírgenes que se aparecían repetidamente en el hueco de una encina o una cueva, dando a entender que ya eran árboles o recintos sagrados desde antiguo y que, dada la veneración todavía mantenida por los lugareños, debían ser cristianizados. Este tipo de hechos no acontecieron tan solo en Galicia, sino en muchos de los países convertidos.

En estas romerías se repiten tradiciones semejantes, como la de dar nueve vueltas alrededor del santuario, que encontramos también en otras culturas del pasado tenidas como hermanas de la región gallega, como Irlanda, Escocia o Bretaña. Tal vez no sean más que reminiscencias druídicas, ya que el nueve era para ellos un número sagrado. Los celtas celebraban cada tres años sus grandes fiestas, con intervalos exactos de nueve meses. Todavía vemos reflejada en la famosa y antigua romería de la La Lanzada los beneficios fecundadores y purificadores del tradicional baño de las nueve olas en la noche de san Juan. Vemos, pues, cómo en muchas fiestas actuales todavía se mantienen creencias y costumbres tan remotas que ni siquiera conocemos su origen.

Se cree que los santuarios que poseen las imágenes más antiguas de Galicia son: Nuestra Señora de la Barca, en Muxía (La Coruña), Nuestra Señora de las Ermitas, en O Bolo (Orense), Nuestra Señora de la Franqueira, en La Cañiza (Pontevedra) y la de San Andrés de Teixido, en Cedeira (La Coruña), de la que dice la tradición que “vai de morto quen no foi de vivo”. En ellas permanecen viejas reminiscencias druídicas, como la trasmigración de las almas, o la reencarnación, pues allí no se puede matar ni al más pequeño animal, por la creencia de que son almas que van a venerar al santo.

También se encuentran los llamados amilladoiros, cuyo origen procede de las culturas prerromanas, que ofrecían piedras al dios del camino para que les protegiera en los viajes. De ese culto surgirían montones de piedras (amilladoiros) que, con la cristianización pasaría a ser una costumbre de los peregrinos.

Hay que destacar también el santuario de Nosa Señora Do Corpiño, en Lalín (Pontevedra). Aquí son llevadas personas consideradas poseídas, endemoniados o que sufren enfermedades psíquicas y que, milagrosamente, salen curadas, como lo demuestran las muchas fotos de agradecimiento a la Virgen. En esta romería destaca la “fecha mágica” de la víspera y el día de San Juan, fecha cristianizada, como otras muchas. Simboliza la fiesta del Sol o de la luz, donde los seres de las tinieblas que perjudican, molestan o influyen a algún ser humano son vencidos y expulsados.

Muchos otros santuarios importantes son: La Peregrina (Pontevedra), Santa Marta de Ribarteme (Las Nieves), San Benito de Lérez (Pontevedra), y otros muchos, situados en esta mágica tierra, son, sin duda, lo que queda de los sagrados lugares de culto de un remoto pasado, y las huellas de las viejas culturas paganas.

Galicia fue considerada en la Antigüedad el fin del mundo (finis terrae), fin de un camino y comienzo de otros más sutiles, lugar adonde se venía a renacer, cual ave fénix, a una vida más plena.

Julián Palomares